LOS LOCOS EN ACCIÓN:
El primer día sale la conocida “mojiganga”, que es una persona vestida horripilantemente y montada en un burro para burlarse de todos espantando a la gente con un bejuco, como antesala a la gala de los “locos”. El segundo día, desde muy temprano se presentan ante las autoridades civiles que formarán parte del jurado para darse a conocer formalmente.
Luego, el desfile oficial ante el público asistente –turistas, visitantes y locales- es en la Plaza Antillano. Personas residenciadas en Curazao vienen exclusivamente para asistir a la comparsa.
Durante la contienda, los participantes están muy pendientes de cuál de los otros grupos podría ser su competencia; nadie sabe quién, y no es sino hasta el momento de la premiación cuando revelan sus identidades.
El ímpetu, la constancia y la resistencia se notan con el transcurrir del desfile: el trabajo de llevar encima hasta 60 kilos, durante 12 horas que dura el recorrido por el pueblo, no es fácil. Los protagonistas aguantan, gracias al bullicio de la música, la alegría de la multitud y el típico tambor veleño, que también entra en acción para darle vida a esta trayectoria: “sin tambor no hay locos y sin locos no hay tambor”, comenta el portavoz de esta organización, Críspulo Chávez. Al final, se gratifican los disfraces que tengan más creatividad y mayor aceptación dentro del público asistente; se reparten hasta 30 millones de bolívares en premios.
Las locuras de estos artistas populares son conocidas en toda Venezuela y hay logrado impresionar hasta fuera de nuestras frontera, tal como ocurrió en Bélgica.
Un anhelo de los organizadores de la fiesta es tener un museo para conservar trajes. Mientras terminan de restaurar “el manicomio”, los vestidos se guardan en La Vela, y aunque sean grandísimos y ocupen buena parte de las pequeñas casas, los conservan como el tesoro más preciado. Por esos, la familia Cordero prestó un espacio para exhibir la gama de vestuarios, mientras se termina con la restauración de su nueva galería. La sed la repara un gran “loco” con sus propias manos.
Algo que resume un sentimiento que cada año los motiva a mantener viva esta tradición es la expresión emitida por el vicepresidente de la agrupación, Pedro Castellano: “Somos locos, de corazón”.
(Tomado de la Edición Aniversaria del periódico Nuevo Día, 28 de Octubre del 2005, escrito por Jhan Franco Ochoa)
LA FIESTA:
La fiesta de Los Locos se celebra de distintas maneras en diferentes regiones del país. En el occidente, en el estado Falcón, específicamente en La Vela de Coro, es donde Los Locos han alcanzado su mayor esplendor y continúan siendo la tradición número uno que engalana el acervo cultural de esta bella población situada al norte de la geografía caquetía. Aunque la costumbre de Los Locos se extendió por varias poblaciones de la costa, es en esta región donde la fiesta ha tenido una mayor significación histórica, cultural y hasta diplomática por cuanto han sido ellos nuestros mejores embajadores poniendo en alto la tradición veleña, siendo resaltados por muchos de los diarios de circulación nacional e internacional.
Los Locos se adueñan del pueblo cada 28 de diciembre, donde la tradición la forman varios personajes, uno de ellos es “LA MOJIGANGA”, quien recorre el día 27 en la noche a partir de las 7 p.m. Las diferentes calles del pueblo anunciando la venida de Los Locos. Vestida con levita negra y un sombrero chistera, se balancea torpemente sobre una burra, llevando entre sus ropas las invitaciones a las casas que serán visitadas por Los Locos al siguiente día. El 28 de diciembre en la mañana se oye el primer cohete, y una figura mal vestida, como pordiosero, el “EL CORREO”, quien toca de puerta en puerta en las casas donde la Mojiganga dejó el oficio el día anterior. Al escuchar el segundo cohete, los dueños de comercio cierran sus puertas por temor a los disfraces, que buscan llevarse todo lo que puedan. Al tercer cohete, ya Los Locos están en las calles con sus trajes de colorines, el cucurucho de raíces de cují y sus máscaras pintadas, siembran terror entre la chiquillería.
Los trajes han cambiado. Recientemente en las fiestas se usan las llamadas “FANTASÍAS”, los motivos son muchos: animales, bestias, personajes y toda clase de formas creadas por la imaginación de los veleños, quienes trabajan en la elaboración de sus disfraces todo el año.
Aunque la tradición se ha mantenido, muchos de los elementos que la conforman han variado con el paso de las generaciones. En la actualidad Los Locos no se llevan nada de los comercios ni de las casas que visitan; sin embargo, en las calles se reúnen las familias y preparan comidas y bebidas para ofrecerlas a las personas disfrazadas que bailan al ritmo del cuatro y los tambores, acompañada de una orquesta que contrata la junta de Los Santos Inocentes, organismo que hace más de 50 años organiza esta fiesta centenaria. Con la premiación de los bellos trajes y una fiesta que se prolonga hasta las primeras horas de la mañana del día 29, termina una edición más de “Los Locos de La Vela”.